Ricardo nos cuenta su experiencia como conector comunitario

Grupo de personas sentadas en círculo al aire libre en sillas plegables, con una persona de pie hablando.

Mi experiencia como conector tuvo unos inicios un tanto inciertos. Al principio, me sentía muy agobiado. Ser un conector comunitario era algo que no entendía del todo. No sabía qué se esperaba de mí en relación a los objetivos y líneas de intervención.

Hablaban de grupos de calle, sensibilización de recursos, y como conector comunitario, no sabía si algún día podría formar un grupo. Un grupo de personas del barrio que se reunieran para hablar sobre el día a día y lo que estaban viviendo. Era una de las cosas que más me agobiaba en mi trabajo.

Además, no sólo tenía que lidiar con las personas del barrio, sino también con asociaciones y servicios de la administración, como centros de salud o concejalías relacionadas. No veía cómo canalizar la motivación tanto de los ciudadanos del barrio como de los recursos que podrían participar en esos espacios. Pero a medida que hablaba con la gente y conocía sus experiencias, poco a poco fui obteniendo pinceladas de cómo podríamos reunirnos, qué nos estaba pasando y cómo responder a ello. Ya no se trataba solo de hablar sobre lo que estábamos viviendo, sino de dar una respuesta que surgiera de la propia ciudadanía, en lugar de un grupo de profesionales que se reunían para hablar en nombre de la ciudadanía. La ciudadanía también debía tener voz y decidir qué quería para su día a día. Creo que eso es la base de lo que se está construyendo actualmente.

Lo que más me costaba y pensaba que sería lo más fácil era la administración, porque creía que también tenía intereses en el proyecto. Sin embargo, creo que donde he encontrado más facilidades es con la gente del barrio, especialmente después de conocer a Davinia, quien me ha conectado con personas clave.

Davinia es una persona del barrio de San Antonio que conocí porque trabaja en Probosco. Después de proponerle hacer una entrevista y explicarle en qué consistía el proyecto, me puso en contacto con Aida. Gracias a ella, he podido conectar con personas importantes en la comunidad. Diría que es un referente en la comunidad. Tal vez no tenga un papel tan destacado como referente, pero sí conoce a la gente. Lo que ella ha aportado es ese conocimiento de personas clave en el barrio. Y creo que es imprescindible, ya que el conector necesita a esas personas del barrio para su trabajo. Es fundamental tener ese conocimiento y establecer relaciones si se quiere aportar y conectar con la gente.

Es un proceso que, al final, no depende del conector, sino del lugar donde estás trabajando y de la posición en la que se encuentre el conector. Así como el conocimiento de las personas lleva tiempo, creo que trabajar en una comunidad es aún más complejo, ya que una comunidad está formada por diferentes vidas y estructuras que se desarrollan día a día, y son esas comunidades las que marcan los tiempos, no el conector. La sinergia que crea el conector es importante, pero también lo es comprender el contexto en el que se encuentra, ya que ese contexto marca los tiempos y el trabajo en sí. Esto implica el territorio, las condiciones culturales, la historia que forma parte de esa cultura, así como la economía del lugar.

Creo que es sumamente importante porque hay barrios con una gran capacidad económica que son como dormitorios, donde las necesidades están cubiertas, mientras que en otros barrios con una cultura obrera, la vida se desarrolla en las calles, lo que facilita los procesos de conocimiento, ya que el trabajo del conector se realiza en la calle, conociendo a la gente.

Cuando realizas una actividad, la gente acude porque es su espacio de relación. Y creo que San Antonio reúne esas características, sobre todo debido a su historia. Como mencionamos anteriormente, se comentaba que el barrio tenía problemas relacionados con las drogas, y cuando se enfrenta a ese tipo de situaciones, el barrio se une y busca soluciones. Sin embargo, cuando ya tenemos nuestras necesidades cubiertas durante cierto tiempo, nos costumbramos y nos quedamos en la inmovilidad, sin trabajar. No sé si es por falta de ayuda o por qué, una vez que tenemos una capacidad económica y nuestras necesidades están satisfechas, ya no nos involucramos tanto en la participación como antes.

Yo me imaginaba [de este nuevo rol] un puro desarrollo comunitario. Desde el principio, mi enfoque en el trabajo ha sido realizar entrevistas y conocer las necesidades, barreras y la historia del barrio en relación a las iniciativas existentes. No veía tanto la creación de relaciones o espacios donde se generaran conexiones entre las personas, especialmente aquellas con grandes necesidades de apoyo.

La importancia de esto no estaba presente para mí al principio, hasta que Erika (Plena Inclusión Canarias) me lo mencionó. Ha sido algo que no he tenido tan presente en mi trabajo anteriormente. Me he dedicado a otras cosas, sí, pero también he trabajado en el conocimiento de recursos y en hacer que otras personas conozcan el proyecto, estableciendo espacios de relación y generando conexiones, en última instancia.

Como conector, mi labor es acompañar al personal de atención directa y a los recursos que se encuentran involucrados con esas personas. Si me dedico únicamente a conectar a las personas por mí mismo, no tendría tiempo suficiente para trabajar adecuadamente. Creo que en 2024 vamos a seguir avanzando, y considero que sería más beneficioso proporcionar herramientas y conocimientos al personal de atención directa, para que esto sirva como un precedente en cuanto a cómo crear relaciones en la comunidad y buscar espacios de participación personalizados para las personas con discapacidad. Si actuáramos de forma individual, no tendríamos la capacidad ni el tiempo necesario para lograrlo.

El proceso de escucha

Creo que una de las cosas más importantes en el proceso de escucha es entender que la comunidad enfrenta problemáticas conjuntas. No se trata solo de personas con discapacidad, sino también de personas mayores o mujeres embarazadas (por ejemplo). En nuestra asociación, que está compuesta por personas con discapacidad intelectual y grandes necesidades de apoyo, nos damos cuenta de que muchas cosas nos afectan a todos. A menudo, luchamos de forma individualista por nuestros derechos, pero también existen los derechos de la ciudadanía en general. Todos deberíamos tener el derecho de movimiento y acceso a un transporte fácil, así como conocer los horarios de los autobuses. No se trata sólo de no saber leer, sino de no tener acceso a esa información a menos que pidamos ayuda a un vecino.

Las actividades disponibles están muy enfocadas a ciertos grupos de edad o personas con discapacidad. Sería más beneficioso para la administración incluir actividades diversas en sus subvenciones, actividades que sean accesibles para todas las personas.

En ocasiones, por ejemplo, la estimulación cognitiva no debería estar limitada sólo a personas mayores, sino también a personas con discapacidad. Deberíamos abrir los centros no sólo a mayores o personas con discapacidad, sino a toda la sociedad. Es importante tener una visión de cómo ciertos temas afectan a toda la población. Por ejemplo, la vivienda es un problema no solo para el proyecto de mi casa, sino también para los menores tutelados. Como joven, mi salario a menudo no es suficiente para vivir de forma independiente. Hay muchas cosas ocurriendo y no somos capaces de movilizarnos porque somos demasiado individualistas. Nos enfocamos en nuestro propio ámbito sin considerar a la comunidad en su conjunto. Es importante trabajar juntos.

Como mencioné antes, al principio pueden pensar: “Ah, aquí viene este pesado otra vez” o “Pensaba que eras un policía secreto”. Al principio, puede que haya cierta reserva. Pero es solo cuestión de tiempo, de hablar con ellos, de permitir que me conozcan.

Al principio, son sólo unas pocas palabras, unas cuantas preguntas, pero después viene una relación en WhatsApp, hablar con ellos, tener que estar en contacto constantemente, llamar a su casa para preguntar cómo están. Ver cuándo nos volveremos a ver o cuándo pasaré por allí, o simplemente quedar para tomar un café juntos.

Yo ya había tenido experiencia previa con el proceso comunitario. Es extremadamente importante, sobre todo, la importancia de no cerrarse en banda con otras personas. Es cuando te encuentras con ese obstáculo o barrera que algunos ponen. A veces piensan que eres un vendedor de aspiradoras. Pero déjame decirte algo. Es algo que le comenté ayer a una vecina: le dije que lo importante es cuida cada conexión que establezco. Hay que cuidar esa conexión para que luego te digan “sí”. Y seguir cuidándola. Además, debemos cuidar cuánto pedimos a las personas, porque al final acaban quemándose.

Y no sólo eso. Puedes pedir algo un día, está bien que dentro del grupo tengamos una autogestión, que cada persona se responsabilice de algo. Pero cuando empiezas a pedirles cosas como “vamos a hacer esta actividad” o “necesito que estés el día 20 para esto”, al final eso nos agota a nosotros, la gente del barrio. Debes tener en cuenta que ellos tienen un tiempo limitado, tienen hijos, trabajos, parejas. Está bien contribuir a la comunidad, pero cada persona también necesita tiempo para sí misma. No puedes estar exigiendo y pidiendo constantemente, sino tener en cuenta las motivaciones personales, la motivación de cada individuo y en qué momento se encuentra.

Hubo un momento en el que pensé: ¿Para qué tiene sentido todo esto? No creía que lo tuviera. Más bien, es desmotivante debido a la carga de trabajo, la carga que llevamos. Muchas veces piensa que no debería ser sólo uno, sino un tándem en la comunidad. Hay ocasiones en las que estás en una actividad y no puedes tomar notas porque estás dinamizando. No puedes concentrarte o tal vez estás ocupado organizando una paella, como sucedió el otro día, y la gente se acerca a hablar contigo mientras estás ocupado. Entonces cortas a las personas y, en ese momento, es cuando un equipo entra en acción. Uno se encarga de organizar mientras el otro habla con las personas. Silvia y los demás estuvieron geniales porque llevaron la mayor parte del peso, pero creo que es esencial tener ese enlace y, sobre todo, tener ese espacio de escucha. No siempre caes bien a la gente y ahí es cuando entra en juego el otro enlace. Si hay un problema, las personas irán a hablar con la otra persona en lugar de hacerlo contigo.

Siempre me ha gustado contar historias y utilizarlas como aprendizaje. Muchas veces, cuando me hablan de comunidad o de mi trabajo, me limito a hablar en términos técnicos. Pero hay ocasiones en las que una historia puede dar a conocer lo que hago en mi día a día, lo que puedo aportar. Es la forma más sencilla de llegar a la gente y hacerles comprender mi papel y función. En cambio, cuando dices «tenemos que crear un grupo de trabajo porque se ha creado un proceso de escucha», suena menos personal.

Cuando llegué al barrio, era un completo desconocido. No conocía su cultura. Al principio, lo único que hacía era recorrer el barrio, observar cómo se movía, los horarios de la gente, dónde se relacionaban. Mi objetivo era simplemente conocer. Pero este enfoque me permitió conocer a otras personas y abrirme al barrio. Principalmente, quería adquirir conocimiento y eso hizo que poco a poco, esos conocimientos de otras personas se relacionaran con mi grupo y sin la idea de crear un grupo de reunión diario en mi mente. Hasta que llegó el espacio de contraste, cuando llegó la consultora ALC, y nos reunimos en la Plaza de La Milagrosa. Ahí es cuando comenzó.

Se reunió un grupo de personas que simplemente coincidieron en lo que estaban viviendo y hablando, y vieron la necesidad de tener esos espacios para hablar sobre el barrio, proponer ideas y decidir cuándo hacerlo. Decidieron reunirse una vez al mes, lo cual era muy necesario para empezar a hacer propuestas y cambios en el barrio.

Con el tiempo, comenzamos a planificar actividades, como el baile social que surgió después de cuatro o cinco reuniones. Ese baile me abrió aún más al barrio. Antes solo conocía a Oliver del bar, pero a medida que empezamos a tener actividades y me senté con Silvia y Aida, empecé a establecer más relaciones con ellos. Se abrieron de la forma en la que estábamos hablando y cada vez aceleraba más el proceso de conocimiento. Conocía a más personas y cada vez que saludaba a alguien en el bar, me sentía más cómodo porque me conocían. Si no te conocen, simplemente te ignoran. Pero cuando empiezan a decirte “ah, eres el de la paella” o “eres el que se sienta los miércoles con la gente del barrio”, es cuando empiezas a tener esa apertura hacia el barrio, y eso es esencial. Creo que después de esos procesos de conversación y conocimiento, es lo que nos ha llevado a estar aquí, hablando y trabajando en el barrio como lo estamos haciendo ahora.

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